Navegaba por un mar oscuro y enorme, sin buscar rumbo alguno, sólo flotando.
Ni si quiera me percaté de lo que pasaba a mis espaldas, en lo profundo de aquel mar.
Miraba al cielo contemplando las nubes y a los pájaros pasar, y justo así como si nada, como si de un pequeño enfoque de mis ojos hacia el horizonte se tratara, te vi.
Te vi, y me enamoré.
Pero no fue cualquier amor, me enamoré de mí y de la idea de que decidieras acercarte y reposar sobre mi tierra.
Me enamoré del pensamiento de acercarnos el uno al otro, y sólo estar.
Me enamoré del lujo de poder presenciarte de cerca.
Pero al fin y al cabo, me enamoré.
Deja un comentario